lunes, 25 de octubre de 2010

Manucho y Manuel Mujica Láinez: vida y obra

Presentar una vida en unas pocas páginas es siempre un ejercicio costoso y azaroso por la dificultad que conlleva la tarea de búsqueda y selección del material biográfico sobre un determinado autor. Resumir la vida de Manuel Mujica Láinez lo es aún más teniendo en cuenta sus variados, densos, fructíferos setenta y cuatro años de vida marcados por los caprichos del destino. Sin caer en la exhaustividad ni en su opuesto, el olvido de datos, que entorpecerían la comprensión de una figura cuyo máxima era la concisión, nos centraremos tan sólo en aquellos aspectos que consideramos fundamentales para dar a conocer la verdadera personalidad del autor y los principios estético-morales que lo caracterizaban.
Manuel Mujica Láinez nace el 11 de septiembre de 1910 en Buenos Aires, en la Avenida del Libertador San Martín, antigua Avenida Alvear, donde estaba situada la casa de su abuela materna, Justa Varela de Lainez. Será el primogénito[1] de una familia patricia que formaba parte de la entonces clase dirigente del país. El pequeño Manuel crecerá entre la casa paternal de la calle O’Higgins, ubicada en el barrio aristocrático de Belgrano, y la de su abuela en el del Retiro. Como bien explica el propio autor en su discurso de recepción en la Academia de Letras Argentinas:
Mi infancia transcurrió entre bibliotecas, en mi casa, en la de mi abuela, donde mis tías sabían y saben las cosas más insólitas y las derraman a manos llenas, y donde mi abuela se incorporaba en su inmensa cama china, que era un quiosco de quiméricos marfiles y nácares, para narrarme las historias de nuestro pasado y del pasado del mundo.  Mis libros surgieron, con lógica, certidumbre, de esos ámbitos propicios, en los que todo me hablaba con el lenguaje de las letras que reiteraban los nombres familiares[2].
Las historias de su pasado están resumidas en su árbol genealógico cuyas ramas, paternas y maternas, nos alumbran sobre su decurso histórico. Sus padres, Manuel Mujica Farias y Lucía Láinez Varela, pertenecían a dos destacadas familias argentinas que habían perdido gran parte de su poderío económico e influencia política.  Empero, Manuel Mujica Lainez puede vanagloriarse de sus antepasados hispanos y criollos. El primer miembro de la rama paterna en llegar al puerto de Santa María del Buen Ayre será el vasco Juan Bautista de Mujica y Gorostizu, quien se dedicará al comercio y defenderá a la ciudad como oficial del Tercio de Vizcaya durante las invasiones inglesas[3]. Éste contraerá matrimonio con una descendiente de Juan de Garay, segundo fundador de la capital porteña. De este vasco y de una descendiente de Garay nacerá el primer Mujica porteño que “llegó a ser alcalde de barrio y murió muy joven, con el grado de alférez, en la campaña de Ituzaingó contra los brasileños, en 1827” [4].
 Este alférez de nombre desconocido era el padre de Eleutorio Santos Mujica y Covarrubias, abuelo paterno de Mujica Láinez que tenía una casa en el barrio de Monserrat[5]. Los ancestros de la rama paterna se dedicarán exclusivamente al comercio y a estancias y saladeros que perderán a finales del siglo XIX. El gaditano Manuel Láinez será el primero de la familia Láinez en realizar el viaje transatlántico a finales del siglo XVIII. Su hijo, Pedro Lainez Ocampo, se casará con Bernabela Cané y Andrade (descendiente del último alcalde de primer voto del Cabildo de Buenos Aires). De esa unión vendrá al mundo Bernabé Lainez Cané, primo hermano de Miguel Cané, quien se casará con Justa Varela. De su abuelo materno “Manuchito”[6] dirá:
Yo le debo la nota “extranjera” que vive en mis libros con el amor de lo argentino. Le debo el no haberme encerrado dentro de una visión limitada. Mi abuelo y su clan de los Cané y los Varela, poetas, periodistas, coleccionistas y andariegos, me nutrieron en fuentes universales.”[7]
Bernabé y Justa tendrán sietes hijos: Lucía (su madre), Justa (madrina del escritor), Lita,  Josefina (la tía Pepa o Pepita), Ana María y Marta, las “tías[8] de Manucho” como a él le gustaba llamarlas, y un varón, Pedro Lainez. Serán sus “tías” las que le contarán innumerables cuentos tradicionales, leyendas y cuentos familiares para distraerle después de un lamentable accidente que le dejara inmovilizado durante meses en la cama[9]. En unas declaraciones a Sara Gallardo, Mujica Láinez esbozará un retrato rápido de sus dos ramas familiares y de la influencia que ejercieron sobre él: 
La de los Mujica era muy apegada a la tierra, eran estancieros, tenían saladeros, eran españolamente criollos. Los Láinez eran gente de ciudad. Muy intelectuales, muy franceses. Todo eso ha contribuido a formarme. Y gracias a estos dos corrientes creo que he podido ser tan de acá. Esas dos corrientes podrían definirse: una (mamarrachamente) telúrica y la otra europeizante.[10]

“Manuchito” es el resultado del cruce de estas dos familias, las cuales perdieron todo menos el ingenio. Mujica Láinez no tardará mucho en dar pruebas de esa característica familiar. A los seis años escribirá su primera y única obra teatral a partir de un suceso que ocurriera un día en su casa. Estaban invitadas amistades de su madre y a una de ellas le provocaron una indigestión las mollejas. De esa anécdota nacería  Las mollejas (1916), de la cual el propio autor comentó: “tengo la sensación de que teatralmente estaba bien organizada”[11]. Esa obra teatral en verso marcará el principio de la trayectoria de nuestro autor. Paradójicamente, ese precoz brote de genio de “Manuchito” no conocerá ninguna continuación. Confesará mucho más tarde su incapacidad para idear otra pieza que fuera de su gusto a pesar de haberlo intentado en repetidas ocasiones.
Concluirá los estudios primarios, empezados en 1915, en la Escuela General San Martín y cursará hasta el tercer año de los secundarios en el colegio Lacordaire, situado en el 600 de la calle Esmeralda. En 1923, el patriarca Lainez decidirá llevar a su familia a París por ser la vida en la capital francesa más barata que en Buenos Aires y porque consideraba que era lo mejor para la educación de sus hijos[12]. En Francia, Mujica Lainez frecuentará l’École Descartes, situada en el número 44 de la Rue de la Tour, como alumno interno[13] durante dos años, de 1923 a 1925. De sus años franceses guardará un recuerdo imborrable de su profesor Charles-Marie Bernard, experto helenista y latinista a quien elogiará en su “Elegía a Charles Marie Bernard, profesor francés”. Se acordará también de sus compañeros[14] de escuela y de la alternancia entre las visitas semanales a los museos parisinos y las escapadas en bicicleta por L’île de France. Estas visitas serán el detonante del despertar de su pasión y amor por la historia. Mujica Lainez es un hombre de Francia por haberse formado allí, en Passy, donde vivirá no como un viajero o un turista sino como un francés más[15].
            La segunda etapa relevante de su vida lo sitúa en Londres, donde “Manuchito” y su hermano residirán durante ocho meses (1925-1926). Sus padres preferirán quedarse en París y les dejarán con los Domínguez, primos hermanos de su abuelo Láinez e hijos del poeta Luis Lorenzo Domínguez. Booby y “Manuchito” no irán al colegio como los demás niños sino que tendrán a su disposición un tutor que les enseñara lengua y literatura inglesa. Este tutor les llevará a pasear por la capital inglesa despertando en “Manuchito” su interés por lo urbano.
Ambos periodos, parisino y londinense, marcarán a “Manuchito” y serán un incentivo innegable para la curiosidad y la pasión del joven por coleccionar objetos, pasión sobre la que volveremos a continuación.  En 1926, su padre les dará a elegir, a él y a su hermano, entre permanecer  en Europa o regresar a Buenos Aires. Su hermano, Booby insistirá en volver a Argentina arguyendo la nostalgia de la tierra natal. Mujica Láinez no protestará y se acomodará al deseo de su hermano menor. Esa decisión cambiará la vida de “Manuchito”.
A su vuelta a Buenos Aires, en 1926, deambulará horas y horas por las calles del barrio sur, a cuya historia se aficionará[16]. Ahí viviera la clase dirigente hasta que, hacia finales del XIX,  brotara la epidemia de fiebre amarilla que obligara a las familias de clase alta a dirigirse hacia el barrio Norte[17]. Mujica Láinez terminará el bachillerato a los 19 años en el Colegio Nacional de San Isidro y: “Ya libre de los exámenes iba a fiestas y bailes en las quintas. Había recibos de máscaras y yo, que era muy burlón, aprovechaba para ponerme un disfraz y decir cosas a la gente[18]”. Acto seguido ingresará en la Facultad de Derecho de Buenos Aires donde permanecerá hasta 1931, año en que decidirá renunciar a una carrera emprendida por obligación[19].
Al nacer en una familia de renombre pero de limitados recursos económicos, Manuel Mujica Lainez, consciente de la situación familiar y de la de su clase por extensión, decidirá trabajar en cuanto finalice sus estudios. A partir de 1930 colaborará durante tres meses en la sección “Cables del Interior” del diario La Razón. Después de la revolución de Uriburu, el primo hermano de su abuela Horacio Beccar le ofrecerá un puesto en la sección Economía Rural y Estadística donde se ejercitará en las tareas de traductor de balances económicos. En 1931, se estrenará como secretario del ministro de Agricultura David Arias, donde su más alta responsabilidad consistirá en recibir a los estancieros ingleses. Al cabo de dos años, cambiaría el gobierno de conservador a socialista y Di Tomaso le otorgaría un puesto de menor importancia. Seguro de sí mismo Mujica Láinez abandonará el puesto. Es poco decir que esos dos años en el Ministerio fueran de aguda tristeza para un hombre ávido de conocimiento. Dejar la carrera de derecho y dimitir del Ministerio de Agricultura, son dos decisiones que revelan un carácter decidido, independiente y aislado de los fenómenos de moda social. A partir de 1932, Mujica Lainez se apoderará de su propia vida, bien decidido a llevar a cabo los sueños que desde muy joven se relacionaban con el Arte, y con la escritura particularmente. En aquella época ya había publicado artículos en La Nación. Firmaba “Manuel B”, de Bernabé como su abuelo materno.
En una conferencia dada en Córdoba en 1977, Mujica Láinez contaría cómo se sintió en aquel período:

Me habían dejado, pues, cesante[20], volvía preocupado a mi casa y en la plaza Rodríguez Peña, me senté en un banco, no sé si a reflexionar, a olvidar o a desesperarme. Y en eso apareció el Destino. El Destino era rubio y se llamaba Adolfo Mitre [...]. Mi aspecto debía trasuntar una aflicción más que suficiente, tanto es así que Adolfo, a quien no lo unía conmigo (todavía) una gran amistad, se me acercó, me preguntó que me pasaba y, al enterarse, me sugirió, como una solución al problema, la entrada en el diario La Nación[21].

El 9 de noviembre de 1932, Mujica Lainez ingresará como redactor de crónicas en la sección “Ecos de sociedad” de La Nación. A los tres días escribiría un suelto: “El culto de las vacas”, era la época de la Exposición Rural, e iría a ver al jefe de editoriales, el doctor Duffy, para que le publicara. A raíz de este éxito debido tanto a su juvenil atrevimiento como a su calidad de prosista, Manuchito se hará, poco a poco, un sitio en la gran casa de la calle San Martín. Con la jubilación de José León Pagano en 1949, Manuchito se convierte en el encargado de la sección “Bellas Artes” de La Nación. En 1958 lo nombrarán director de Relaciones Culturales, puesto que, junto con el de crítico de arte, desempeñará hasta su jubilación periodística en agosto de 1969. En su discurso de recepción en la Academia Argentina de Letras dirá de sus compañeros de periodismo[22]:

De ellos aprendí el arte antiguo y extraño de encerrar en la jaula de las palabras lo que huye en el viento de la imaginación y, puesto que eran escritores y periodistas, aprendí de ellos la alquimia ardua de condensar en un espacio breve lo que, cuando no se pasa por esa escuela rigurosa, suele exigir la vaguedad de arriesgadas extensiones.[23]

Manuel Mujica Láinez se formará como escritor en la escuela del periodismo publicando notas en El Hogar, Atlántida, Fray Mocho, Don Goyo, La Fronda y, por supuesto, La Nación. No menos determinantes para su futuro como escritor serán sus primeras lecturas: los cuentos de Calleja, las adaptaciones de obras clásicas de la colección Araluce, entre las cuales destacan La Iliada, La Odisea, La Cabaña del tío Tom, y el Quijote. En Francia se apasionará por Balzac y Victor Hugo; en Inglaterra por Byron y Shakespeare, completando así la relación de autores básicos en su formación literaria.

Mujica Láinez siempre se quedará al margen de cualquier círculo o grupo literario. Nunca tomará parte en las incesantes disputas entre floridistas y boedistas, ni participará, aunque se lo propusieran, en la revista de su amiga Victoria Ocampo: Sur. Tampoco integró la generación del boom hispanoamericano porque el tono propio de su literatura, en su singular mestizaje entre americanismo y cosmopolitismo, quedaba fuera del molde establecido por Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, José Lezama Lima y Alejo Carpentier. Pero si no se compromete literaria y estéticamente no duda inmiscuirse en política. Su candidatura a diputado por el Partido Demócrata en las elecciones del 11 de Noviembre de 1951) le costará rencores y odios del gobierno peronista que irán hasta la censura de la ópera de Bomarzo.

En la vida, los encuentros y a veces los desencuentros, acarrean cambios drásticos en el destino. En el caso de nuestro autor dos personas marcarán un antes y un después en su vida: el ya anteriormente citado Charles Marie Bernard, su profesor en el Colegio de la Tour en Francia, que actuó para él como un mentor y su mujer Ana María de Alvear Ortiz Basualdo con la que contraería matrimonio en 1936:

La novia, nacida en París, en 1914, pertenece a una familia de abolengo y fortuna. Por la línea paterna desciende del Brigadier de la Armada Diego de Alvear y Ponce de León, marino español que llegó al Río de la Plata en el siglo XVIII. Entre sus ascendientes y colaterales figuran el general Carlos de Alvear, el intendente de Buenos Aires Torcuato de Alvear y el presidente Marcelo T. de Alvear. Su padre, Federico de Alvear, tiene prestigio como turfman. Por la línea materna, es sobrina tataranieta del coronel Manuel Dorrego. De la pareja nacen tres hijos: Diego, en 1937; Ana, en 1939, y Manuel Florencio, en 1941. […]. Su casamiento lo estrecha, aún más, a esa sociedad festiva y frívola.[24]

El año 1936 será también el de la fecha de publicación de su primer ensayo, Glosas castellanas, recopilación de ocho artículos publicados sucesivamente en La Nación y que tienen como tema central las tribulaciones de Don Quijote y Sancho Panza. Por esta obra recibirá la medalla de Oro de la Institución Cultural Española.

Al desempeñar el cargo de funcionario del Museo Nacional de Arte Decorativo durante prácticamente diez años (1937-1946[25]) estará sumergido en un sinfín de objetos de distintas y pintorescas procedencias. Dedicará esta década a organizar el catálogo del museo pero será también el principio de su relación con los objetos, inagotable fuente de cuentos y anécdotas novelescas. En su discurso de Recepción en la Academia Argentina de Letras apuntará:

Lo mismo que escribí, con un lápiz negro y un lápiz azul, los 1902 alejandrinos pareados del Canto a Buenos Aires, [...], en el Museo forjé novelas y cuentos, suspendiéndolos para enterarme de un nuevo proyecto del incansable Ignacio Pirovano o de un descubrimiento artístico Tomasito Carreras[26]

Durante este periodo publicará Don Galaz de Buenos Aires[27], premiada en 1938 con la Medalla de Oro del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades; Miguel Cané Padre[28]; Canto a Buenos Aires[29]; Vida de Aniceto el Gallo[30]; Estampas de Buenos Aires[31] y Vida de Anastasio el Pollo[32].

La progresiva exposición mediática debida al éxito de sus libros de cuentos, Aquí Vivieron[33] y Misteriosa Buenos Aires, y al de su saga porteña[34], lo confortarán a en la necesidad de crearse un alter-ego que pueda ocultar, para su tranquilidad, a Manuel Mujica Láinez. Al igual que Borges se construyó esta imagen de la estatua inmóvil de dudosas declaraciones políticas, Manuel Mujica se construirá esa máscara que algunos nombrarán “Manucho”, tomando el apodo que utilizaban amigos íntimos y familiares. Siempre será consciente de las funciones que este alter ego debe desempeñar, un antifaz mundano, artificial, destinado a proteger su intimidad. El hecho de que, como bien señaló Luis Antonio de Villena, hubiera “adoptado en su vida la actitud de dandy[35]” no quiere decir que lo fuera realmente. Como un actor, Manuel Mujica Lainez alternará entre ambos personajes: el Manuel Mujica Láinez generoso y atento con los amigos, y el dandy “Manucho”, risueño observador de la realidad, bromista de severos juicios, provocador, hombre de quien siempre se espera que critique a alguien o a algo. De la mayoría de sus apariciones públicas “Manucho” sacará algún provechoso novelesco: una anécdota, un personaje, un ambiente, una mentalidad.
Se puede establecer un interesante paralelo entre las vidas de Jorge Luis Borges y Manuel Mujica Láinez por numerosas razones. En primer lugar, porque como Mujica, Borges salió de Buenos Aires a los trece años, en 1914 para volver en 1921. En segundo lugar, por sus orígenes, ya que tanto Borges como él descienden de ilustres familias argentinas. Una serie de sucesos personales les unen: les echarán de sus respectivos trabajos durante el primer gobierno de Perón, a Borges de una  biblioteca y a “Manucho” del Museo de Arte Decorativo. Durante este periodo Mujica Láinez traducirá cuarenta y nueve sonetos[36] de Shakespeare para olvidarse de lo que estaba sucediendo en el país; En 1955, iniciada la “Revolución Libertadora” posterior a Perón, Borges será nombrado director de la Biblioteca Nacional y Mujica Láinez, Director General de Relaciones Culturales del Ministerio de Relaciones Exteriores; Entrarán juntos en la Academia Argentina de Letras (1956); Cuando a Borges le hagan presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), a Mujica le elegirán vicepresidente; Cuando Borges fuera galardonado con el primer Premio Nacional de Literatura 1954-56, Mujica recibiera el segundo por La Casa; la presencia del amor de la madre es el último punto común entre ambos escritores. Sus madres morirían el mismo año, 1975, con muy poca diferencia de tiempo.
Por otra parte, cabe subrayar el talento de un hombre que traducirá Les Femmes Savantes de Molière en once días.[37] Esa versión castellana de la pieza francesa se representará en 1964 en el Teatro Comedia Nacional Argentina de Buenos Aires. En 1967, se estrenará en el Teatro Liceo su versión al castellano de Las falsas confidencias de Marivaux. Sueño de una noche de verano, obra de William Shakespeare traducida en colaboración con Guillermo Whitelow, se estrenará en el teatro Caminito en 1968. Asimismo traducirá Fedra[38] de Racine en 1972, pieza que se presentaría en escena diez años después. 


     Además de ser periodista, poeta, escritor y traductor, Mujica Láinez se ejercitará también en la labor de crítico de Arte con dos ensayos pictóricos titulados: Victorica[39] y Héctor Basaldúa[40]. Apasionado viajero, aprovechará cualquier ocasión, misión periodística o diplomática para escaparse de su querida Buenos Aires. Entre los viajes que más impacto le causarán se encuentran el viaje a Perú en julio de 1956 donde ascendiera al Machu Pichu, su viaje a Europa a principios de 1958 y el viaje de seis meses por Turquía, Grecia, Israel e Italia en 1960. A lo largo de sus numerosos periplos descubrirá nuevos horizontes culturales, nuevas maneras de entender y concebir el mundo que sin duda alguna tendrán influencia en sus novelas posteriores[41].
Uno de los grandes deseos frustrados de Mujica Láinez es el no haber publicado ese libro de tema americano que planeaba escribir después de la publicación del Unicornio[42]. Este libro titulado El Inca, tenía como protagonista al Inca Garcilaso de la Vega. Desafortunadamente ese anhelo nunca verá la luz y en su lugar publicará De Milagros y de Melancolías[43], ajetreada novela en la que inventa la fundación, vida y costumbres de una ciudad americana a través del análisis de sus personajes sobresalientes. La invención da cabida a todo tipo de fantasía pero debajo de esta aparente extravagancia se esconde una sátira mordaz, un ideal forjado por las vivencias personales del autor, descendiente de Juan de Garay, fundador de Buenos Aires y Santa Fe. Otro proyecto literario frustrado al que dedica muchas páginas en Cecil es el no haber conseguido nunca la redacción de una novela sobre el emperador Heliogábalo.

     En Diciembre de 1969, Mujica Láinez decidirá instalarse en el Paraíso (Cruz Chica, Provincia de Córdoba) para disfrutar de una merecida jubilación después de  treinta y siete años de una intensa labor periodística (1932-1969). Con respecto a su actividad de periodista explicó: “Pensé que convendría irme de Buenos Aires porque ya empezaba a ponerse muy insistente todo ese mundo de las revistas, de los reportajes.[44]”. En los años posteriores a su jubilación periodística retomará su tema de predilección, la ciudad de Buenos Aires, en novelas como Sergio[45], Los cisnes[46] y El Gran teatro[47] a las que completará con dos obras, Letra e imagen de Buenos Aires[48] y Más letras e imágenes de Buenos Aires[49], en las que comenta las fotos de su amigo Aldo Sessa. En Los porteños[50] “Manucho” recopilará: 

Una serie de artículos, notas, conferencias prólogos, etcétera, compuestos a lo largo de cuarenta años… Todos ellos se vinculan de algún modo con Buenos Aires, mi ciudad natal y con su gente…Quisiera que en él hallarán las generaciones nuevas las imágenes de un ayer ciudadano rico en ejemplos.[51]

Persona singularísima, “Manucho” creía en espíritus, en vidas paralelas y en la inmortalidad del alma. Era un hombre muy supersticioso: “Me he pasado la vida entre videntes, magos, tiradores de cartas […]. Creo en los dioses, en la reencarnación.[52]”, que sentía una especial atracción por los temas esotéricos y sobrenaturales. Durante su infancia se beneficiará de todos los elementos necesarios para estimular su fantasía: desde los cuentos que le contara su abuela, su madre y sus tías; los relatos de la niñera gallega en el Hotel Avenida Palace; hasta  las enseñanzas de su maestro francés Charles-Marie Bernard.
Manuel Mujica Láinez nunca sentiría ninguna molestia ni vergüenza a la hora de expresar sus opiniones aunque éstas fueran en contra de las normas. A propósito de los clásicos de la literatura gauchesca declarará en una entrevista: 

La verdad es que no tengo ninguna simpatía por Hernández ni por su libro. No me gusta Martín Fierro, que es un gaucho rebelde; no me gusta El Viejo Vizcacha, una figura horrible, que todo el tiempo da malos consejos […] Es una vergüenza, una inmoralidad. ¡Que ése sea uno de nuestros libros clásicos![53]”. 


Mujica Láinez era un liberal desengañado, es decir, afirmaba y reafirmaba la necesidad de grandeza nacional pero no sin un esceptismo sarcástico y punzante. Frente a la visión local de la sociedad aristocrática que frecuentará asiduamente, reivindicará, por su viaje europeo y por tradición familiar, un cosmopolitismo “argentinizado”. Era un hombre romántico por su nacimiento, por su formación universalista, sus viajes a través del mundo, sus aficiones y, por supuesto, por su estilo impregnado de refinadas metáforas y su don para retratar y describir tanto paisajes como seres humanos. En 1962 “Manucho” señalará dos aspectos característicos de su obra a María Ema Carsuzán: 

El interés por la vida cotidiana y por las posibilidades de exaltarla, estéticamente, pero sin que pierda su contenido grotesco y tiernamente humano, a un plano artístico, y el amor por la vibración melódica del instrumento que le serviría para concretar sus emociones.
 La nostalgia es otra de las características que se desprenden de su obra. Él mismo se definía como un “cultivador del pasado”[54]. Desde muy pequeño, seguramente por la influencia de su abuelo materno[55] así como las ya citadas visitas en los museos parisinos, sentirá un verdadero amor por los objetos que se traducirá de dos maneras en su obra: la presencia recurrente del coleccionista y la personificación de los objetos[56]. Las propias palabras del autor nos aclararán sobre este culto:
Yo creo en los objetos, inclusive más que en los seres humanos. Creo que son más fieles porque los seres humanos pueden traicionarte pero los objetos los manejamos nosotros. Nosotros somos los que mentimos, los objetos no mienten[57]”.
Los objetos que ha ido reuniendo a lo largo de sus viajes se han transformado en una impresionante colección que puede ser visitada en su Casa-Museo del Paraíso en Cruz Chica. Curioso y sensible, pensador racionalista de irracionales afinidades esotéricas, Mujica siempre sentirá una inquietud por entender el mundo que lo rodeara e intentará explicarlo mediante la escritura. Intelectual de sólida formación, su pasión por los objetos lo llevará naturalmente al Arte. Fue después de la escritura su segunda pasión. Con genio y empeño conseguirá ingresar en la Academia Nacional de Bellas Artes en 1959.
Autor reconocido y preciado en Argentina, en 1984 recibirá la distinción de Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, gozó también de gran prestigio y renombre en Francia e Italia. Será nombrado Oficial de la Orden des Arts et des Lettres en 1964 y condecorado por Francia con la Cruz de Caballero de la Legión de Honor en 1982. El gobierno italiano lo nombrará Comentatore della Ordine dell Merito en 1967. Este éxito internacional se explica por la liviandad  de su prosa, el placer que procura la lectura de sus obras, el carácter universal de las mismas, el notable esfuerzo de documentación que el lector advertirá enseguida y esta maestría para captar y representar la esencia humana.


En pocas líneas nos hemos esforzado en ofrecer un medallón[58], como a él tanto le gustaba, fiel y respetuoso de su carácter con la dificultad añadida de no haberlo conocido nunca sino a través de fuentes secundarias. Hemos intentado compensar ese desatino con una lectura atenta y minuciosa de todos los documentos en los que “Manucho” dejó su huella para ceñir la personalidad de un hombre y la de su alter ego creador. Esperemos haber cumplido con el humilde propósito de presentar al lector un ser humano sincero y comprometido con su oficio de escritor.


[1] Tenía un hermano mayor llamado Manuel que murió prematuramente en 1909. Sus padres decidieron bautizarlo con el mismo nombre para vencer  el destino.
[2] “Recepción académica” discurso pronunciado en la Academia de Letras el 9 de septiembre de 1965, recopilado en Manuel Mujica Láinez: Páginas seleccionadas por su autor con un estudio preliminar de Oscar Hermes Villordo. Buenos Aires, Celtia, 1982, p. 106.
[3] En “La casa cerrada 1808” el protagonista del cuento es un oficial del Tercio de Vizcaya.
[4] Jorge Cruz: Genio y figura de Manuel Mujica Lainez. Buenos Aires, Eudeba, 1977, p. 26.
[5] Veremos que este dato es importante porque muchos de los cuentos transcurren en ese barrio bonaerense. Manuel Mujica Láinez rindió homenaje a su abuelo paterno en un poema titulado “Inscripción”, publicado el 9 de abril de 1944 en La Nación. Este poema está recopilado en Manuel Mujica Láinez. María Emma Carsuzán. Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, 1962.
[6] Manucho era el apodo de su padre, Manuel Mujica Farias. Manuel Mujica Lainez era por tanto Manuchito y eso hasta terminar la adolescencia. Fue luego cuando sus amigos empezaron a llamarlo Manucho. Volveremos a continuación sobre la importancia de ese apodo dado a Manuel Mujica Láinez.
[7] Jorge Cruz: Genio y Figura de Manuel Mujica Lainez. Op.cit, p. 19.
[8] Para más información sobre estas mujeres recomiendo la lectura de la nove al autobiográfica de Mujica Láinez, Cecil, y particularmente las páginas 88 a 90.
[9] En ese día de 1915, se cayó sobre un cazo de agua hirviendo quemándose mitad del cuerpo.
[10] Sara Gallardo: “Manuel Mujica Láinez o el juego de la magia”, Atlántida, Buenos Aires, septiembre de 1963.
[11] El mundo de Manuel Mujica Láinez. Conversaciones con María Esther Vázquez. Óp.cit, p. 19.
[12] En 1913 el hermano menor de Manuchito, Roberto, veía la luz en la quinta familiar del Tigre. Booby, nombre cariñoso de Roberto, fue luego periodista y diplomático.
[13] La familia Mujica vivió en el número 6 de la rue Vineuse, cerca de la casa de Honoré de Balzac, ubicada en la zona del Trocadero limítrofe entre Palais Bourbon (7º distrito) y Passy  (16º distrito).
[14] Tanto su “Elegía a Charles Marie Bernard, profesor francés” como  sus “Poemas para unos escolares de Francia” aparecerán en el Suplemento Literario de la Nación.  El 22 de septiembre de 1940 para la primera y, seguramente, antes del final de la Segunda Guerra Mundial para la segunda. Al respecto véase GFMML, pp. 56-59.
[15] Véase: “Andanza madrileña” conferencia dada en el Club Español en 1957 (pp. 58-72), recogida en Manuel Mujica Lainez. Páginas seleccionadas por su autor con un estudio preliminar de Oscar Hermes Villordo.
[16] Genio y figura de Manuel Mujica Láinez. Óp. Cit, p. 73.
[17] Barrio que comprende parte del barrio del Retiro y parte del de la Recoleta.
[18] Vázquez, María Esther: El Mundo de Manuel Mujica Lainez. Conversaciones con María Esther Vázquez. Buenos Aires, Belgrano, 1983, p. 30.
[19] Su padre y su abuelo materno eran afamados abogados bonaerenses. En la época, los hijos de la antigua clase dirigente eran abogados, médicos, ingenieros o arquitectos.
[20] Para que no se haga pública su dimisión lo dejaron cesante.
[21] “Mis recuerdos de Lugones en La Nación”, conferencia recogida en Páginas de Manuel Mujica Lainez  seleccionadas por su autor. Óp. Cit, p 124-130. El subrayado es nuestro.
[22] Alberto Gerchunoff, Eduardo Mallea, Juan Pablo Echagüe, etc.
[23] “Recepción académica”, Páginas de Manuel Mujica Lainez  seleccionadas por su autor. Óp. Cit, p. 102
[24] Genio y figura de Manuel Mujica Lainez. Óp. Cit, p. 100-101.
[25] En 1946 lo dejaron cesante por razones de mejor servicio. Jorge Cruz, Ibídem, p.89.
[26] “Recepción académica” discurso pronunciado en la Academia de Letras el 9 de septiembre de 1965, recogido  en Páginas de Manuel Mujica Lainez  seleccionadas por su autor. Óp. Cit, p. 110.
[27] Don Galaz de Buenos Aires. Buenos Aires, edición del autor, 1938. Es un libro de evocación histórica del pasado argentino que transcurre en el Buenos Aires colonial (s XVII). Don Galaz, el protagonista, vive en un mundo de pícaros y, en cierto momento de su vida, él también lo es.  Representa, a la vez, el español exiliado en busca de una hipotética riqueza y el pseudo-explorador que pretende descubrir El Dorado para darle prestigio a una zona desprestigiada tanto por los cortesanos como por los propios autóctonos.
[28] Miguel Cané (Padre). Un romántico porteño. Buenos Aires, C.E.P.A, 1942. Detallada biografía del escritor romántico (1812-1863).  que era el hermano de su bisabuela. En el programa televisivo A Fondo dijo a su respecto: “Miguel Cané era un escritor y yo cuento su vida que era una vida muy muy romántica”. Por amor a su patria se exilió a Montevideo desde donde combatió con todas sus fuerzas y ánimo la dictadura de Rosas.
[29] Canto a Buenos Aires. Buenos Aires, Guillermo Kraft, 1943. En este poema Mujica Láinez nos cuenta la historia y el desarrollo de la ciudad de Buenos Aires en 1902 versos alejandrinos pareados.
[30]  Vida de Aniceto el Gallo (Hilario Ascasubi). Buenos Aires, Emecé editores, 1943. Biografía de Hilario Ascasubi.
[31] Estampas de Buenos Aires. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1946. Esta obra está dividida en 11 capítulos cuyos títulos definen el carácter descriptivo de la obra: “Lo permanente”, “A lo alto y a lo ancho”, “Los árboles y las estatuas”, “Salón y corso”, “Ventana al sur”, “Ventana al norte”, “Bajo verdes túneles”, “Turismo ciudadano”, “Redescubrimiento de las gentes”, “El tigre” y “Los pueblos y sus crónicas”.
[32] Vida de Anastasio el Pollo. Buenos Aires,  Emecé editores, 1946. Biografía de Estanislao del Campo.
[33] Aquí Vivieron. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1949.
[34] Con este nombre acuñado por el crítico español Luis Antonio de Villena se hace referencia al ciclo de novelas que tienen como temática central a Buenos Aires y a la decadencia de la antigua clase dirigente. Ésta, todas publicadas en la editorial bonaerense Sudamericana son: Los ídolos (1952), La Casa (1953), Los Viajeros (1955) e Invitados en el Paraíso (1957).
[35] Luis Antonio de Villena: Antología general e introducción a la obra de Manuel Mujica Láinez. Madrid, Felmar, 1976, p. 15.
[36] De esa labor apareció en 1962: Cincuenta sonetos. Madrid, Aguilar, 1962.
[37] “Del 3 al 14 de junio [de 1964), traduje Las Mujeres sabias, en versos alejandrinos sin rima”. Reportaje hecho por Oscar Hermes Villordo a Manuel Mujica Lainez sobre sus traducciones, por Radio  Nacional, el 18 de junio de 1964. Ese reportaje y otros se hallan recopilados en Páginas de Manuel Mujica Lainez  seleccionadas por su autor. Óp. Cit, p. 167. Molière: Las mujeres sabias. Edición bilingüe francés-castellano. Traducción de Manuel Mujica Láinez. Colección Teatro. Buenos Aires, Sudamericana, 1964.
[38] Racine: Fedra. Traducción de Manuel Mujica Láinez. Prólogo de Roger Callois. Buenos Aires, Sudamericana, 1972.
[39] Victorica. Buenos Aires, Bonino, 1955.
[40] Héctor Basaldúa. Buenos Aires, Losada, 1956.
[41] El Escarabajo, Madrid, Plaza y Janés, 1982.
[42] El unicornio. Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1965.
[43] De Milagros y de Melancolías, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1969.
[44] El mundo de Manuel Mujica Lainez. Óp. Cit, p. 106.
[45] Sergio. Buenos Aires, Sudamericana, 1976. Es una novela que le fue inspirado por un sueño que tuvo al poco de morirle su madre. Mujica Láinez señala: “Sergio es una historia de amor, donde se utiliza ese truco de la hermana y el hermano que ya había usado antes (creo que es en el cuento “Prisión de sangre (1810)” de Aquí vivieron) […] También está en el final de Los ídolos”, en Conversaciones con Manuel Mujica Láinez, p. 119.
[46] Los cisnes. Buenos Aires, Sudamericana, 1977. “Los Cisnes forman parte de la saga de Buenos Aires, los protagonistas son personajes de la ciudad, parientes de Los Viajeros o de Invitados en el Paraíso.”, Conversaciones con Manuel Mujica Láinez, Op.cit, p. 124.
[47] El gran teatro. Buenos Aires, Sudamericana, 1979. Es una novela sobre el teatro Colón de la juventud de “Manucho”, hacia el año 1940. Lo fundamental en El Gran teatro es la intriga de esas dos señoras por el collar que, según se dice en el libro, perteneció a la virreina de México.
[48] Letra e imagen de Buenos Aires.  Buenos Aires, Ediciones Librería La Ciudad, 1977.
[49] Más Letra e imagen de Buenos Aires. Buenos Aires, Ediciones Librería La Ciudad, 1978.
[50] Los porteños. Buenos Aires, Ediciones Librería La Ciudad, 1979.
[51] Manuel Mujica Láinez citado en Jorge Cruz, Genio y figura de Manuel Mujica Láinez, Op.cit, p. 197.
[52]El mundo de Manuel Mujica Lainez. Óp. Cit, p. 114.
[53]Ibídem, p. 61.
[54] El mundo de Manuel Mujica Lainez. Óp. Cit, p. 126.
[55] Su abuelo materno tenía una gran afición por adquirir objetos hermosos y raros durante sus numerosos viajes. Reencontramos este aspecto del coleccionista familiar en su novela Invitados en el Paraíso (1957)
[56] Véase las novela La Casa y El escarabajo y el cuento “Memorias de Pablo y Virginia” que pertenece a Misteriosa Buenos Aires.
[57] Entrevista de Manuel Mujica Láinez en el programa A Fondo, 1977.
[58] Mujica Láinez escribió numerosos medallones durante su vida. Los más famosos están recogidos en Páginas de Manuel Mujica Lainez  seleccionadas por su autor. Óp. Cit.  Le encantaba esa modalidad del retrato en la que en unas páginas el objetivo era presentar al público, de la manera más sencilla posible, el carácter de una persona o las claves de sus obras.

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