lunes, 20 de junio de 2011

Máscara



Milonga de ritmo fantasmal
Avasallamiento sentimental
Servidumbre visceral
Colapso mental
Arrebatamiento reverencial
Reversibilidad credencial
Aniquilamiento vital

martes, 14 de diciembre de 2010

Insomnio

¿Qué es la vida sino un largo letargo del que periódicamente
despertamos para vivir unos instantes de felicidad?
De la sepultura de Morfeo unos se acomodan con docilidad;
Otros intentan recordar para inflamar el corazón, enardecer la mente.

Incansablemente, buscamos el candelabro de la ceguedad.
Pero, pesadillas áureas ritman el inconsciente;
Combate diurno de trastornos nocturnos, demente.
Se aleja ya la penumbra derrotada, se entreve la Claridad.

Tal la Muerte, la somnolencia acecha despiadadamente.
En los arrebatos de la soledad, la ansiedad
arremete. Con ímpetu y furia anhelamos la vigilia majestad.
La batalla nunca termina, siempre hay que estar pendiente.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Los donjuanes de Manuel Mujica Láinez en Aquí vivieron

Ofrecer una visión de los donjuanes presentes en el primer libro de cuentos de Manuel Mujica Láinez es el objetivo del presente trabajo. Para ello estableceré, en una primera etapa, el perfil de cada protagonista para, en un segundo momento, compararlo con el de los donjuanes de la tradición lo que permitirá determinar a qué tipo de Don Juan nos enfrentamos, esto es, clásico, romántico o contemporáneo. Pero, ante todo, es imprescindible dedicar unas líneas a la presentación de este gran escritor argentino que es Manuel Mujica Láinez así como su obra, Aquí vivieron,[1] obra en la que se insertan los cuentos a tratar.

Manuel Mujica Lainez (1910-1998) es un hombre polifacético: periodista, crítico de arte, ensayista y escritor argentino; un personaje atípico en el panorama de la literatura argentina contemporánea. Atípico, porque a pesar de haber nacido en Buenos Aires, recibió una educación y formación triple: la argentina, la francesa y la inglesa. Atípico, porque al conocimiento del folclore y de los mitos populares argentinos transmitidos por su abuela y sus tías se sumó el bagaje cultural adquirido durante esa larga estancia en Europa; Y, una vez más atípico, porque a pesar de su fecundísima obra, de una calidad reconocida por sus iguales, es muy poco conocido por el gran público. Inicia su obra literaria a los quince años con un libro escrito en francés y dedicado a su padre: Louis XVII. Su primera novela escrita en español, Glosas Castellanas (1936), es un ensayo en el que combina la reflexión sobre Don Quijote y Sancho con recreaciones libres de episodios y personajes del Quijote. Don Galaz de Buenos Aires (1938), es una novela de evocación histórica del pasado argentino ambientado en el siglo XVII. El poemario Canto a Buenos Aires (1943), centrado en la fundación de la ciudad porteña, le proporciona su primer reconocimiento literario que se consolidará con su segundo libro de poesía: Estampas de Buenos Aires (1946), en el que lleva a cabo una exaltación de la capital argentina. Lo más característico de su producción literaria es la serie de novelas que constituyen el llamado Ciclo de Buenos Aires, es decir, novelas donde se presenta una serie de tipos y situaciones que describen con minucioso detalle la progresiva decadencia de algunas grandes familias porteñas. Éstas son: Los ídolos (1953), La Casa (1954), Los viajeros (1955) e Invitados en el Paraíso (1957).  


 Aquí vivieron se inserta entre las producciones poéticas de Manuel Mujica y las novelas que acabo de citar. Este libro consta de veintitrés cuentos que recrean la historia argentina en torno a una quinta en los Montes Grandes, próxima a Buenos Aires, desde finales del siglo XVI hasta comienzos del XX. Se nos presenta un elenco de personajes que sirven para contar las pasiones y odios, las ilusiones, los fastos y las penurias, las alegrías y los dramas que protagonizan los principales momentos del pasado argentino: desde su fundación y colonización hasta la Independencia y el hundimiento de las viejas familias de la aristocracia porteña. Aquí vivieron mantiene una estrecha relación con Misteriosa Buenos Aires (1950), su segundo libro de cuentos, en el que asistimos a la historia de la ciudad de Buenos-Aires contada en 32 relatos cortos. Con ésta, su propósito es otorgarle a la ciudad de Buenos-Aires perspectivas casi mitológicas vinculándola con los grandes temas y mitos universales con el objetivo de dignificarla e insertarla en la estirpe de las grandes ciudades de la tradición occidental. El conjunto de su obra se caracteriza por el uso del recuerdo del pasado histórico en lo cotidiano, estableciendo un nexo hacia el presente de la condición humana, gracias a una documentación detallada y a una fantasía desbordante, encontrando su correlato en Bomarzo (1969). En esta novela histórica recrea la vida de uno de los artistas del Renacimiento italiano, Pier Francesco Orsini, a partir de sus confesiones de ultra tumba. De los veintitrés relatos que componen Aquí vivieron, cuatro de ellos han captado mi atención por las similitudes que sus protagonistas presentan con algunos de los grandes donjuanes de la historia literaria occidental. Éstos son Pedro Esteban Dávila en “El lobisón (1633)”; Bertrand de Suliac en “Los Reconquistadores (1806)”; Lindo Oteyza en “Tormenta en el río (1847)” y Máximo Sáenz, protagonista de “El testamento (1872)”. Veremos que se trata de cuatro donjuanes totalmente diferentes tanto por su condición social como por sus respectivos comportamientos y motivaciones. A través de una breve sinopsis estableceré los antecedentes necesarios que nos permitan entrar directamente en la caracterización de nuestros donjuanes.


En el camino de vuelta a Buenos Aires el gobernador del Río de la Plata y sus hombres se pararán en una choza para saciar su sed. Pedro Esteban Dávila quedará subyugado por la belleza de Mari-Clara, la joven mestiza que les ha proporcionado el anhelado líquido. Por la noche ideará un plan maquiavélico para seducirla sin que su marido, Sancho Cejas, se dé cuenta. Éste consiste en hacer creer al marido que es el lobisón, arraigada leyenda ya presente en la mitología guaraní, que circulaba en  la provincia del Río de la Plata en el siglo XVII. Para evitar que cometa crímenes su mujer le atará al tronco de un árbol y, mientras, disfrutará de una noche de amor con el gobernador Pedro Esteban Dávila. 


Pedro Esteban Dávila es un hombre maduro, de poco más de 50 años, noble, caballero de la Orden de Santiago y miembro de una ilustre familia española, y valeroso caballero que ha luchado durante treinta años por el rey Felipe IV en Italia y en Flandes. Una persona arrogante, soberbia, altiva y desdeñosa. No cree en las fábulas creadas y potenciadas por el imaginario popular, al igual que el Don Juan de Tirso cuando recibiera a Don Gonzalo de Ulloa siguiendo el código de los caballeros. En este código, el temor está provocado por los vivos y no por el espíritu de los muertos que Don Juan calificara de: “necio y villano temor”. Su orgullo de persona noble se verá manchado por el destierro real al Río de la Plata. Desde su llegada a la aldea bonaerense se dejará llevar por los instintos más bajos. Burlará la ley que supuestamente él debiera representar encabezando la actividad contrabandista en la ciudad de la Trinidad. Jugará con los valores de la sociedad en la que vive, una sociedad que defiende ideales de fidelidad, honestidad y respeto, ideales que pervierte fuera del contexto social. En este sentido nuestro gobernador se acerca a la figura del Casanova.
El gobernador es un hombre perverso, un voyeur: “Esa noche el calor agobia a Su Señoría. Ambula por su paseo del Fuerte, desde el cual observa a las mujeres que han bajado a bañarse en el río, flotantes las camisas largas.”[2]; Es exhibicionista: “Don Pedro no titubaría en subir al más alto pasadizo de ronda, aunque se escandalizaran las gentes, para ofrecerse semidesnudo a su abrazo vivificador.”[3] Pedro Esteban Dávila es un ninfómano con sed de saber erótico queriendo hacer suyas todas las experiencias en el amor: 


¡Tantas cosas se dicen de don Pedro, que si las consignáramos tendríamos para rellenar varios memoriales! Que si tiene cinco mujeres, que si introduce esclavos sin permiso, que si las matemáticas de su administración han revolucionado las cuatro operaciones. (19)
 
 A la urgencia de pedir agua se suma ahora la de otras sedes. (22)


Es un amante anti-platónico cuyo único interés es el de saborear la carne de  hermosas mujeres que excitan su deseo erótico: “¡Y las hembras, las mozas de Nápoles, de Sicilia, de Amberes! Sobre todo las italianas... Le enloquece la tez levantina, dorada por el mediterráneo. Se pasa la lengua por los labios secos.”[4]
El español concibe la seducción como un remedio contra la soledad y la monotonía de su existencia en el Río de la Plata que contrasta con la truculenta vida que llevara en Nápoles o Sicilia. Es un burlador calculador que goza del placer que le produce una burla estéticamente lograda: “Llevará a cabo su plan estrafalario aunque sólo sea por amor de la obra de arte, y también porque, de realizarse, su maquinación podrá proporcionarle el placer que ambiciona, el pámpano balanceado.”[5] La burla que ha ideado es un antídoto contra la pesadez del deseo que lo obsesiona. Se trata de un ser maquiavélico que premedita su burla cuidando hasta el más mínimo detalle, llegando incluso a erigirse como el protagonista de una comedia que él mismo titulará: “La farsa del lobo carnudo”, inspirándose en uno de los cuentos del Decameron de Giovanni Boccaccio.

            Es un personaje astuto que sabrá utiliza su identidad y el poder que ella conlleva cuando corresponda. Empero, cuando realiza la burla viste como un caballero pero se guarda de llevar la insignia de la orden de Santiago para no ser reconocido y conservar así el anonimato.  Comunicará su plan a Felipe, que es una especie de Ciuti de Zorrilla, para que éste lo ayude. Es él quien convencerá a Mari-Clara sobornándola con un collar y diamantes. Felipe dice a su amo: “¿No sería más sencillo traerla a la fortaleza como a tantas otras?”[6]. Entendemos que no es el primer intento del gobernador, un ser experto en la seducción de mujeres casadas. 
 
La cita entre Pedro Esteban y Mari-Clara tiene lugar durante una noche de luna llena. La tempestad que se ha desatado acabará rompiendo las cadenas tendidas de Sancho. Sentirán que una bestia olfatea las paredes y Dávila en tanto caballero valeroso saldrá para enfrentarse al lobisón: “Don Pedro toma la espada y sale.”[7] Mari-Clara cerrará la puerta dejando al noble español en medio de la terrible tormenta. En medio de este ambiente tétrico, se verá rodeado de todos los monstruos de leyendas y cuentos populares cuya existencia había negado cuando Felipe le hablara del lobisón. Al final el burlador burlado mostrará, al igual que el Don Juan Tenorio de José Zorilla, signos de arrepentimiento por el miedo sentido: “Jura solemnemente que jamás volverá a yacer con la Mari-Clara, hembra de perdición. Devolverá hasta el último ochavo de sus granjerías.”,[8] llegando incluso al desmayo. Al siguiente día será recogido por unos carreteros que lo llevarán a Buenos Aires.



Una coalición formada por corsarios franceses, soldados españoles y campesinos bonaerenses se dirige a la capital bonaerense para combatir la invasión inglesa, quien tendrá que parar en una quinta de San Isidro para abrigarse de la tormenta. Entre los combatientes destaca Bertrand de Suliac, un muchacho que hizo sus primeras armas como marinero. En la galería de la quinta donde están alojados conocerá a una mujer joven que en un primer momento le estará dando la espalda. Bertrand conseguirá seducir a la criolla y acostarse con ella. Se consuma el adulterio y el marido que volviera antes de la hora prevista les sorprenderá escondido tras la ventana de la habitación. Permanecerá oculto para de esta forma preparar una sigilosa venganza.  Al día siguiente los combatientes partirán para Buenos Aires y derrotarán a los ingleses. Cuando Suliac esté celebrando la victoria cantando la Marsellesa, el gaucho lo matará fríamente de un golpe seco de culata sobre el cráneo.

Bertrand de Suliac es un joven marinero francés originario de Bretaña. Hermoso, entusiasta y valiente: 
Ni los tenientes más aguerridos del famoso Regimiento 71, ni los del destacamento de Santa helena, le infundían pavor; había dado pruebas de su bizarría en los mares más revueltos del globo; pero este paisano silencioso [el marido de la criolla] le sobrecogía de miedo. (113)


Se trata un hombre prudente y respetuoso con el sexo femenino. A pesar de su pobre castellano, no dudará en entablar conversación con una hermosa mujer a la que conociera en la galería de la quinta. La muchacha estará asombrada por la gallardía, el respeto y la atención con la que el marinero la escucha. La criolla es una mujer con poca experiencia en los asuntos amorosos. Quedará encantada por el trato que le reserva Bertrand,  trato que contrastará con la autoridad con la los autóctonos suelen tratarla El galán, seguro de su fuerza y de la buena impresión causada la moza, seguirá el proceso de seducción interrogándola sobre su situación personal: está casada pero su marido está ausente. El francés, consciente del poco tiempo que le resta para cautivar a la bella, se volverá mucho más atrevido hasta el punto de intentar un primer contacto físico: 

Sus manos ascendían hora con sabia presión por los brazos tostados, hacia los pechos duros […]. Bertrand de Suliac tumbó ahí mismo a la morenita deslumbrada, ahí mismo, sobre unas bolsas vacías.[9]

 
La relación que mantendrá con la criolla será similar a la que el donjuán de Byron mantuviera con Haide. Se trata de una entrega de amor hedonista natural en la que se exalta el amor en clave natural. 

A pesar de su joven edad el mozo posee un gran conocimiento en el arte de la seducción. Sabe de antemano la técnica que utilizará para seducir a la joven criolla haciendo todo cuanto sea necesario para despertar en ella simpatía y confianza, dos ingredientes imprescindibles a cualquier donjuán para poder engañar a una mujer. Es sin duda alguna un donjuán, no tanto por la cantidad de mujeres seducidas sino por la destreza que demuestra en el manejo de las técnicas amatorias.


En “Tormenta en el río, 1847” Lindo Oteyza ayudará a unos intelectuales y disidentes argentinos perseguidos por el régimen autoritario de Juan Manuel de Rosas[10] a exiliarse a Montevideo. Durante la travesía del Río de la Plata, Francisco Montalvo se dará cuenta de que Lindo Oteyza lleva la sortija que le hubiera regalado a su mujer. Entiende que Teresa lo engañó con el gaucho durante uno de sus numerosos viajes destinados a la gestión de su hacienda. La tormenta desatata, hará que el velero comience a hacer aguas hasta el punto de tener que abandonar la embarcación. Aprovechando la oscuridad de la noche tormentosa y la inmovilidad de Francisco agarrado a un mástil, el mestizo, temeroso de la posible venganza del marido cornudo, le cortará las manos provocando así su muerte por ahogamiento.
 
Lindo Oteyza es un gaucho, un ser solitario no integrado en la  sociedad, a la que engaña haciéndose pasar como partidista del gobierno de Juan Manuel de Rosas: “El cielito[11] lo estoy aprendiendo porque necesito que en Buenos Aires me crean buen federal. Por eso uso también el poncho colorado.”[12]. Es una persona enigmática que sólo se pronuncia en contadas ocasiones, es decir, cuando se le hace una pregunta o para cantar cielitos como es el caso de nuestro cuento. Un joven robusto, curtido y con rasgos indígenas como si de hacer honores a su nombre se tratara, como si el azar tuviera algo que ver con ello. Un hombre de acción que arriesga su vida para sobrevivir, un hombre que no acepta que su valentía sea puesto en duda: “¿Acaso tiene miedo le preguntó uno, en la oscuridad? ¿Miedo yo? Sépase que el Lindo Oteyza no tiene miedo a naides.”[13] El gaucho tiene una alta opinión de sí mismo ya que habla de él en tercera persona: “Me di cuenta de la impresión que le había hecho el Lindo Oteyza”.[14] Rige su vida según la doctrina hedonista haciendo de la satisfacción de sus placeres, el vino y las mujeres, una prioridad. 

Lindo es un hombre que no permanece insensible al encanto de las mujeres, le cautiva la belleza femenina despertando en él un insaciable deseo erótico:
¡Qué hembra, mi amigo, qué flor de hembra! Blanca como la luna y una manera de erguirse sobre el animal […]. ¡Qué cintura mi amigo! Se le escurría a uno entre las manos […]. La acompañé hasta su quinta, que allí cerquita quedaba, y me convidó con unos mates… (169)

¿Piensa que con el marido afuera el Lindo Oteyza se iba a quedar tranquilo? Una flor de hembra, le aseguro […]. Volví a visitarla cuatro veces. Valía la pena y a ella le gustaba. (169)


Lindo volverá a saborear los besos de Teresa Rey, y con esta acción podemos concluir que no es ya el Don Juan original, el Don Juan de Tirso de Molina que seducía unas mujeres tras otras como alimento indispensable a la supervivencia, sino un Don Juan capaz de albergar afectuosos recuerdos de sus amantes, un Don Juan humanizado que no busca la condena social de las mujeres que seduce. Lindo es un amante apasionado en búsqueda del goce. En este sentido es muy hedonista porque busca el placer sin intención de perjudicar al próximo, bien sea la amante, bien sea el marido de la misma.

El gaucho es un maestro en el arte de amar como nos lo recuerda el propio narrador: “En cuanto al Lindo, ¿Cómo odiarle, si era un profesional del amor, si los pasajeros encuentros en la quinta nada representaban para él? Seguro que tendría anillos para los diez dedos.”[15] Como profesional del amor entendió el mismo día que la conoció, que era una dama que no recibía atenciones de su marido y que necesitaba otro hombre a su lado que la hiciera feliz. Lindo hizo todo cuanto fue necesario para agradar a esta mujer abandonada, ésta le agradeció la compañía obsequiándole con una sortija, provocando involuntariamente la muerte de su marido.

           


La amante de Máximo Sáenz, Teresa Montalvo, acaba de morir a los 58 años de edad legándole la totalidad de su fortuna. Con la herencia podrá empezar una segunda vida al lado de su joven amada María-Antonia. Mientras que los últimos parientes vivos de Teresa acaban de llegar a la quinta, Máximo va a casa de María-Antonia para anunciarle la noticia. Una vez allí Máximo, se dará cuenta de que ella no está sola, está hablando con Anastasio, el peón de la cochera. Se enterará escuchando tras la ventana la relación que mantienen ella y el peón desde hace cuatro años. De rabia rasgará el testamento renunciando a la quinta y a la tan deseada fortuna.
Máximo Sáenz es el típico Don Juan del siglo XX, un Don Juan degenerado en parte por su vejez, cincuenta y cinco años, y en parte debido a su “oscura condición social”. Es un advenedizo aburguesado que se enriquece seduciendo a mujeres para aprovechar su fortuna. Nos enfrentamos a la máxima degeneración posible del Don Juan. La de un Don Juan que seduce a las mujeres con afán de enriquecimiento y no por el mero placer de seducirlas o de burlarlas. 


Máximo era un Don Juan y un dandy: “Meses atrás, se había susurrado su affaire con una rica señora extranjera, y, aunque nunca se puntualizó el asunto, ella contribuyó a su prestigio de dandy cortejador de bellas”[16]. El dandy es una corriente de moda procedente de la Inglaterra del siglo XVIII que encuentra resonancia en la aristocracia bonaerense de finales del XVIII y conoce una época de esplendor hasta principios del siglo XX. Por extensión dandy pasó a definir a un hombre elegante y de gustos refinados. Este personaje pasó a la posteridad gracias a Charles Baudelaire en Francia y a Oscar Wilde en Inglaterra. Como buen dandy nuestro protagonista es un hombre frívolo, superficial, preocupado por las apariencias y el dinero. Antes de conocer a Teresa, su filosofía de vida era la de seducir para subsistir, haciendo de la seducción un juego vital. Será Teresa Rey quien le ofrezca una estabilidad económica posibilidad que le permite seguir manteniendo relaciones con otras mujeres pero esta vez sin un motivo económico. Éste será uno de los desencadenantes que lleve a Teresa a tomar la decisión de mudarse a la quinta de San Isidro, con el fin de alejarlo de Buenos Aires y de la frivolidad de las mujeres:
Teresa se transformó en una mujer vieja; él mismo sólo se defendió del embate cruel de los días apelando a sus recursos más complicados de profesional del galanteo. Sus infidelidades abundaron […]. Su cinismo sólo aspiraba a una solución: heredar a Teresa. (191)


A partir de este momento Máximo, consciente de su avanzada edad y de la comodidad económica que le ofrecía su relación con Teresa, decide abandonar su modo de vida. Se conformará con ser un gigoló mantenido por una mujer que lo somete a su voluntad. Teresa era “exclusiva y dominante con él”.[17] Nuestro donjuán es el ser cínico por antonomasia. Fingía sumisión para ocultar la relación que mantenía con María Antonia , esperando su muerte para heredar a sus bienes e instalarse  así con ella.

En la quinta de San Isidro su “instinto donjuanesco”[18] se despertrá cuando vea a María-Antonia, la joven hija de un capataz de los Montalvos, de la que se enamorará:
La amó con la intensidad hambrienta propia de un hombre de más de cincuenta años para quien la pasión había sido un juego cuyas bazas ganadas le procuraban el modo de subsistir. Acaso colaboró también a enardecerle el saber que no volvería a sentir ese estremecimiento maravilloso y tardío. El deporte se trocaba por primera vez en algo auténtico y vital. Por eso extremó las precauciones. Quería que esa muchacha fuera suya. La necesitaba como un alimento. (192)


El amor lo regenera, le hace rejuvenecer y pensar en el futuro. Por primera vez en su vida no es el dinero lo que lo interesa, por primera vez en su vida se habrá enamorado y serán prioritarios los sentimientos frente al materialismo. Al enamorarse renegará de su condición de Don Juan y de dandy. María-Antonia representa su última esperanza, una compensación a su vació existencial. Lo apostará todo confiando en que una vez muerta Teresa, María Antonia y él podrían vivir su amor a la luz del día. Empero, el impetuoso seductor experimentará un sentimiento nuevo para él hasta el momento: el abandono.


En estos cuatro cuentos Manuel Mujica Láinez nos presenta a cuatro donjuanes muy diferentes que representan cada uno de ellos una recreación libre de algunos de los grandes donjuanes de la tradición. El primero, don Pedro Esteban Dávila, es un donjuán clásico que reúne muchas de las características del Don Juan Tenorio de Tirso de Molina entre las cuales cabe destacar su insaciable sed de mujeres, el gusto por la burla bien ejecutada, su concepción de la vida como un continuo juego destinado a aliviar su vacío existencial y los signos de arrepentimiento que muestra al final del cuento. Manuel Mujica Láinez nos lo presenta como un seductor incapaz de amar, acentuando en él, al cínico que trata de huir de la soledad por medio del placer de los sentidos. Nuestro segundo seductor, Bertrand de Suliac, es el donjuán romántico por antonomasia. Es difícil de encasillar en un determinado tipo ya que no está muy clara su filiación con un donjuán particular, pero, se acercaría más al de Lord Byron por la educación y el respeto con el que tratara a la criolla, la habilidad y el dominio de las técnicas amatorias en las cuales ha sido instruido por las diversas mujeres que ha ido conociendo, así como por la relación hedonista que manteniene con la criolla. Lindo Oteyza es un gaucho que ama apasionadamente a las mujeres por el placer que le proporcionan. De todos nuestros protagonistas es el único en conservar un recuerdo afectuoso de sus amantes, en el caso de Teresa incluso volvió a visitar en cuatro ocasiones. En este sentido tendría bastantes similitudes con el donjuán de Alexander Puschkin tratándose, por tanto, un donjuán romántico. El último de los seductores, Máximo Sáenz, es el donjuán degenerado por excelencia. En tanto donjuán contemporáneo ya no es un noble sino un advenedizo aburguesado de cincuenta y cinco años que ha pasado su vida seduciendo a mujeres con el único fin de no trabajar y aprovecharse de su riqueza. Máximo Sáenz es un alter ego del Don Juan de José Zorilla. Bajo el influjo del amor se despojará de su máscara de Don Juan que hubiera llevado toda su vida revelando su verdadera identidad: la de un hombre rejuvenecido, apasionado y enamorado. Desafortunadamente este amor desencadenará la perdición.

martes, 7 de diciembre de 2010

Reflexión filosófica-artística de Karel Kosic

El hombre quiere comprender la realidad, pero con frecuencia sólo tiene "en la mano" la superficie de ella, o una falsa apariencia de esa realidad. ¿Cómo se muestra entonces esta última en su autenticidad? ¿Cómo se manifiesta al hombre la verdadera realidad humana? El hombre llega al conocimiento de sectores parciales de la realidad humano-social, y la comprobación de su verdad por medio de las ciencias especiales.

La filosofía y el arte tienen para el hombre un significado específico y cumplen una misión especial. Por sus funciones el arte y la filosofía son para el hombre vitalmente importantes, inapreciables e insustituibles. Rousseau habría dicho que son inalienables. En el gran arte la realidad se revela al hombre. El arte, el verdadero sentido de la palabra, es al mismo tiempo desmistificador y revolucionario, ya que conduce al hombre de representaciones y los prejuicios sobre la realidad a la realidad misma y a su verdad. Tanto en el arte auténtico como en la auténtica filosofía se revela la verdad de la historia: la humanidad es colocada ante su propia realidad.

lunes, 6 de diciembre de 2010

¿Por qué?


Engaño, enfado, incertidumbre,
Ocaso, abatimiento, urdimbre.
Escenario desnudo. Desvanecidas certezas
recorren la inmensidad de mis fallecidas esperanzas.

Se acabó el sueño airado,
lo sabía el Delfín desengañado.
Su única culpa, la ilusión.
Su único logro, la ensoñación.

Consumada la primaveral juventud
de tus blancos otoños ¡Ánimo y Salud
Oh Delfín! porque el mare mundi revuelto
abunda en sirenas de carácter resuelto.

Desengaño


Memoria, último reducto secreto del hombre inseguro.
Mi corazón, primera víctima del inesperado asalto,
contenía una armada invencible de sentimientos difusos,
derrotada por el fatal destino de un desdichado perdido.

El camino deslumbrante se ensombreció rara
y súbitamente. En el túnel del ocaso estoy,
la luz del día tan lejos parece ahora, cuando hace
 apenas unos meses me enceguecía hasta
obligarme a cerrar los ojos y pellizcarme para tener la certeza
de no soñar despierto.

¿Soñar despierto? ¿qué es? sino idealizar
una realidad sin sabor, sombría.
Ahora, despierto soñando,
lenta pero seguramente. ¿En qué?