lunes, 6 de diciembre de 2010

Modesto homenaje a un maestro nicaragüense

Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

Una ha sido la arrebatada historia de mi corazón.
Era una hermosa flor madrileña, color arena aceituna,
de tus pétalos emanaba un olor cautivador, pruna.
Enseguida me contagió una inexplicable adicción.

Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.


Poco a poco te dejaste llevar  por la atracción;     
floreciste, dando espléndidos brotes  medialuna,
eras mi oxígeno; te cuidé como a ninguna.   
Las flores marchitan, brota mi aflicción.

Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

El vacío del jardín representa el abismo de mi alma. 
Mis lágrimas podrían regar tantos huertos 
pero no por ello encontraría la palma. 
Mis huesos unánimes recuerdan el espectro de los muertos.


Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

Declamación realista e infausta de un tal Talma.
La felicidad demora en los Puertos.
Señora del Buen Aire voy con calma,
Ya veremos si los designios son ciertos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario